Vamos a introducir un poco ese debate. La aparición de la
reciente AUDL, liga profesional de ultimate, en EEUU, divide las opiniones
respecto al destino de nuestro deporte. Esta nueva corriente plantea un
acercamiento a los deportes tradicionales, público masivo, y sus usos y
costumbres. Creen que este es el camino que permitirá superar los límites en
cuanto a las posibilidades de las habilidades deportivas, producir un espectáculo
más entretenido, y por lo tanto también abrir las puertas a la posibilidad de
hacer negocios.
Otros tantos creen que el deporte no necesita estos cambios.
Que está bien como está, o que la dirección a donde apuntar es otra.
Yo soy parte de este segundo grupo. No pierdo la esperanza
de que la AUDL nos muestre cosas nuevas e interesantes. Pero por lo que veo
hasta el momento, no me entusiasma mucho. Para peor, el mayor vocero de este
nuevo sistema de juego es un jugador con opiniones cuestionables. Brodie Smith
suele decir que le gusta tener árbitros porque le permite concentrarse en la
destreza física, jugar al máximo y solo concentrarse en hacer todo lo posible
para ganar. (http://youtu.be/MtmxoSOIBtc?t=5m23s;
http://youtu.be/ogExxcGcJp0).
Y es justamente esta última frase de la que me agarro para
escribir estas líneas. Pensando en los deportistas de Brodie que solo piensan
en ganar, y los atletas súper específicos, como lo son muchas disciplinas olímpicas.
No quiero desmerecer el trabajo de un velocista que estudia
hasta el más mínimo detalle para rebanar un par de centésimas de segundo al
record mundial. Hay gente que disfruta de trabajar la precisión (lo que para mí
es monótono y aburrido). Pero también se ve frecuentemente como la imposibilidad
de superar los límites lleva a muchas personas a recurrir a cualquier medio
para lograrlo. Me da la sensación que esto sucede más en disciplinas donde no
hay mucho margen para innovar. Aparece el doping, el entrenamiento excesivo que
afecta la salud, y quizás otros costos en la vida social.
Estas patologías del deporte tienen mucho que ver con otro
gran tema, el deporte profesional. El sistema económico, con su lógica de
mercado, afecta al mundo del deporte de manera que a mayor rendimiento, mejores
ingresos. El éxito deportivo no es solo un placer, es una necesidad, y en los
niveles más altos se contamina de codicia. Los clubes son empresas y los
deportistas proveedores de servicios. Se plantea una pregunta: ¿Cuánto se juega
por la camiseta y cuanto por el sueldo? En el deporte amateur esta pregunta no existe.
A lo sumo hay vanidosos y pesados, pero lo hermoso es que nadie está forzado a
compartir la cancha con ellos.
Yo creo firmemente que el deporte tiene que servir al propósito
de investigar las posibilidades de convertirnos en mejores personas,
globalmente. Que no se es humano sin cuerpo y mente, y que la oposición entre
ellos es una falacia. No puedo sacarme de la cabeza el viejo refrán del club
Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, mi segundo hogar durante toda mi infancia. Se
leía: mens sana in corpore sano (mente
sana en cuerpo sano). Y así debe ser, explorar las posibilidades del organismo,
cada individuo con sus singularidades, y también descubrir destrezas que se creían
imposibles. Pero al mismo tiempo, sea cual sea la disciplina, puede servir para
trabajar la mente, forjar la personalidad, fortalecer principios morales.
Los orientales parecen haber entendido esta idea con más
profundidad. Las artes marciales, el yoga, el tai chi y otras disciplinas son
ejemplos muy claros. Quizás tenga que ver con sus orígenes útiles, y no como
entretenimiento, o pasatiempo. La realidad es que incorporan códigos de
conducta, principios, y hasta visiones filosóficas sobre el mundo y la vida.
Entonces, mi posición, contraria a la de Brodie, es que
prefiero un deporte que me exija en todos los flancos, al mismo tiempo. Que un éxito
sea doblemente valioso, porque mantuve la entereza física y mental simultáneamente.
O totalmente valioso, porque la superación no es como jugador, es como ser
humano. Que ningún logro se vea empañado por decisiones cuestionables, por que
tomé las más justas y sinceras. Porque entrené mi mente para responder
adecuadamente en situaciones clave, y obtengo el premio de la paz interior. Y
porque a veces no estamos en la mejor posición para evaluar nuestra propia
superación, y no hay validación más concluyente que el reconocimiento de mi
oponente.
Brodie parece entender algo tan fundamental como que una
victoria vacía carece de valor. Su problema radica en no comprender las
variables prácticas para llevarlo a cabo. O quizás tiene una lista de prioridades
diferente a la mía. Él ajusta el juego para obtener más competencia y espectáculo,
y sin que le deje de importar, después viene lo demás. Mientras que yo lo
ajustaría por el lado de mejorar el autoarbitraje, compañerismo y diálogo, y recién
ahí vemos quien gana el partido o si es entretenido para los espectadores.
Los dos últimos párrafos se traducen en la administración
del tiempo. Sean cuales sean nuestros principios, a lo que más nos importa hay
que dedicarle tiempo. Si estamos a favor del Espíritu de Juego, o aunque sea
del fair play, hay que entrenarlo, hacerlo parte de la rutina y no solamente predicar,
darlo por sentado y ver si en el partido sale bien. Si no, el Espíritu de Juego
se convierte solamente en algo políticamente correcto.
En la otra dimensión que introduje, la de la
especialización, también tengo una preferencia clara. Me da la sensación de que
un deporte, cuantos más ingredientes tenga, más abre el abanico de
posibilidades. De que distintas combinaciones de recursos den resultados
inesperados. Es como sumar instrumentos a una orquesta: no quiere decir que el
producto sea mejor, pero sí hay más herramientas para trabajar. Con esto me
refiero a la suma de: correr, saltar, usar las cuatro extremidades, el disco y
sus infinitas formas de volar, los layouts, la tensión constante, etc.
Y así llego a otro gran factor que suma variantes, y es el
trabajo en equipo. En este hay que combinar habilidades individuales en busca
de un objetivo común, considerando al otro equipo que busca lo opuesto. Se suma
la necesidad de comunicación, entendimiento, percepción total del entorno. ¡Todas
habilidades ya de por si mentales! ¿Por qué no agregar conocimiento de reglas,
evaluación de jugadas donde hubo un llamado, sinceridad y buen comportamiento? Y
ni siquiera estamos hablando de las variables del clima, que para muchos otros deportes
son irrelevantes…
Es más, me gustan los deportes donde hay tiempo para (y es necesario) pensar, en lo que acaba de suceder, o lo que vamos a hacer después. Pensar en mi cansancio y tener esa lucha mental contra el fantasma de la comodidad. O simplemente porque en la vida es necesario actuar y también procesar los resultados. Porque no somos robots, ni tampoco nos sentamos a ver el tiempo pasar, ambas opciones muy tristes por su condición de solitarias.
En fin, probablemente se empiece a separar cada vez más el
grupo de jugadores de ultimate “puros” y/o profesionales. Se verán cada vez mas
como autómatas o soldados, que siguen estrategias de juego precisas, y todos
los conflictos serán irrelevantes, porque estarán los árbitros para sancionar y
solucionar. Muchas cosas están por venir, y la gente que lo va a llevar a cabo
ya está alrededor nuestro. Muchos jugadores ya vienen de otros deportes,
importando justamente esas características tan cuestionadas. Es mi deseo que
los que buscamos otra cosa, más creativa, innovadora y transgresora, no nos
dejemos absorber por esa poderosa fuerza que es lo “normal”.
Martin “Tin” Gottschalk
BR 24
23/5/2012
TE REBANCO MARTIN!!!!
ResponderEliminarMuy Bueno Tincho!
ResponderEliminarIan
Sapukay #04
Totalmente de acuerdo y con ganas de trabajar en pos de ello. Por la formación íntegra que nos da el deporte, salúd!
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