5.23.2012

¿Por qué ultimate?

Me puse a pensar un poco más sobre las razones por las que encuentro al ultimate un deporte tan apasionante. El debate interno fue desencadenado mientras hacia sprints de 100 metros, lo que me hizo pensar en los corredores profesionales y como se dedican a algo tan especifico. También se sumó otro ingrediente, el tema en boga del ultimate “tradicional”, versus el ultimate profesional, con árbitros y su promotor más famoso, Brodie Smith.

Vamos a introducir un poco ese debate. La aparición de la reciente AUDL, liga profesional de ultimate, en EEUU, divide las opiniones respecto al destino de nuestro deporte. Esta nueva corriente plantea un acercamiento a los deportes tradicionales, público masivo, y sus usos y costumbres. Creen que este es el camino que permitirá superar los límites en cuanto a las posibilidades de las habilidades deportivas, producir un espectáculo más entretenido, y por lo tanto también abrir las puertas a la posibilidad de hacer negocios.

Otros tantos creen que el deporte no necesita estos cambios. Que está bien como está, o que la dirección a donde apuntar es otra.

Yo soy parte de este segundo grupo. No pierdo la esperanza de que la AUDL nos muestre cosas nuevas e interesantes. Pero por lo que veo hasta el momento, no me entusiasma mucho. Para peor, el mayor vocero de este nuevo sistema de juego es un jugador con opiniones cuestionables. Brodie Smith suele decir que le gusta tener árbitros porque le permite concentrarse en la destreza física, jugar al máximo y solo concentrarse en hacer todo lo posible para ganar. (http://youtu.be/MtmxoSOIBtc?t=5m23s; http://youtu.be/ogExxcGcJp0). 

Y es justamente esta última frase de la que me agarro para escribir estas líneas. Pensando en los deportistas de Brodie que solo piensan en ganar, y los atletas súper específicos, como lo son muchas disciplinas olímpicas. 

No quiero desmerecer el trabajo de un velocista que estudia hasta el más mínimo detalle para rebanar un par de centésimas de segundo al record mundial. Hay gente que disfruta de trabajar la precisión (lo que para mí es monótono y aburrido). Pero también se ve frecuentemente como la imposibilidad de superar los límites lleva a muchas personas a recurrir a cualquier medio para lograrlo. Me da la sensación que esto sucede más en disciplinas donde no hay mucho margen para innovar. Aparece el doping, el entrenamiento excesivo que afecta la salud, y quizás otros costos en la vida social. 

Estas patologías del deporte tienen mucho que ver con otro gran tema, el deporte profesional. El sistema económico, con su lógica de mercado, afecta al mundo del deporte de manera que a mayor rendimiento, mejores ingresos. El éxito deportivo no es solo un placer, es una necesidad, y en los niveles más altos se contamina de codicia. Los clubes son empresas y los deportistas proveedores de servicios. Se plantea una pregunta: ¿Cuánto se juega por la camiseta y cuanto por el sueldo? En el deporte amateur esta pregunta no existe. A lo sumo hay vanidosos y pesados, pero lo hermoso es que nadie está forzado a compartir la cancha con ellos.

Yo creo firmemente que el deporte tiene que servir al propósito de investigar las posibilidades de convertirnos en mejores personas, globalmente. Que no se es humano sin cuerpo y mente, y que la oposición entre ellos es una falacia. No puedo sacarme de la cabeza el viejo refrán del club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, mi segundo hogar durante toda mi infancia. Se leía: mens sana in corpore sano (mente sana en cuerpo sano). Y así debe ser, explorar las posibilidades del organismo, cada individuo con sus singularidades, y también descubrir destrezas que se creían imposibles. Pero al mismo tiempo, sea cual sea la disciplina, puede servir para trabajar la mente, forjar la personalidad, fortalecer principios morales. 

Los orientales parecen haber entendido esta idea con más profundidad. Las artes marciales, el yoga, el tai chi y otras disciplinas son ejemplos muy claros. Quizás tenga que ver con sus orígenes útiles, y no como entretenimiento, o pasatiempo. La realidad es que incorporan códigos de conducta, principios, y hasta visiones filosóficas sobre el mundo y la vida.

Entonces, mi posición, contraria a la de Brodie, es que prefiero un deporte que me exija en todos los flancos, al mismo tiempo. Que un éxito sea doblemente valioso, porque mantuve la entereza física y mental simultáneamente. O totalmente valioso, porque la superación no es como jugador, es como ser humano. Que ningún logro se vea empañado por decisiones cuestionables, por que tomé las más justas y sinceras. Porque entrené mi mente para responder adecuadamente en situaciones clave, y obtengo el premio de la paz interior. Y porque a veces no estamos en la mejor posición para evaluar nuestra propia superación, y no hay validación más concluyente que el reconocimiento de mi oponente.   

Brodie parece entender algo tan fundamental como que una victoria vacía carece de valor. Su problema radica en no comprender las variables prácticas para llevarlo a cabo. O quizás tiene una lista de prioridades diferente a la mía. Él ajusta el juego para obtener más competencia y espectáculo, y sin que le deje de importar, después viene lo demás. Mientras que yo lo ajustaría por el lado de mejorar el autoarbitraje, compañerismo y diálogo, y recién ahí vemos quien gana el partido o si es entretenido para los espectadores. 

Los dos últimos párrafos se traducen en la administración del tiempo. Sean cuales sean nuestros principios, a lo que más nos importa hay que dedicarle tiempo. Si estamos a favor del Espíritu de Juego, o aunque sea del fair play, hay que entrenarlo, hacerlo parte de la rutina y no solamente predicar, darlo por sentado y ver si en el partido sale bien. Si no, el Espíritu de Juego se convierte solamente en algo políticamente correcto.

En la otra dimensión que introduje, la de la especialización, también tengo una preferencia clara. Me da la sensación de que un deporte, cuantos más ingredientes tenga, más abre el abanico de posibilidades. De que distintas combinaciones de recursos den resultados inesperados. Es como sumar instrumentos a una orquesta: no quiere decir que el producto sea mejor, pero sí hay más herramientas para trabajar. Con esto me refiero a la suma de: correr, saltar, usar las cuatro extremidades, el disco y sus infinitas formas de volar, los layouts, la tensión constante, etc. 

Y así llego a otro gran factor que suma variantes, y es el trabajo en equipo. En este hay que combinar habilidades individuales en busca de un objetivo común, considerando al otro equipo que busca lo opuesto. Se suma la necesidad de comunicación, entendimiento, percepción total del entorno. ¡Todas habilidades ya de por si mentales! ¿Por qué no agregar conocimiento de reglas, evaluación de jugadas donde hubo un llamado, sinceridad y buen comportamiento? Y ni siquiera estamos hablando de las variables del clima, que para muchos otros deportes son irrelevantes…

Es más, me gustan los deportes donde hay tiempo para (y es necesario) pensar, en lo que acaba de suceder, o lo que vamos a hacer después. Pensar en mi cansancio y tener esa lucha mental contra el fantasma de la comodidad. O simplemente porque en la vida es necesario actuar y también procesar los resultados. Porque no somos robots, ni tampoco nos sentamos a ver el tiempo pasar, ambas opciones muy tristes por su condición de solitarias.   

En fin, probablemente se empiece a separar cada vez más el grupo de jugadores de ultimate “puros” y/o profesionales. Se verán cada vez mas como autómatas o soldados, que siguen estrategias de juego precisas, y todos los conflictos serán irrelevantes, porque estarán los árbitros para sancionar y solucionar. Muchas cosas están por venir, y la gente que lo va a llevar a cabo ya está alrededor nuestro. Muchos jugadores ya vienen de otros deportes, importando justamente esas características tan cuestionadas. Es mi deseo que los que buscamos otra cosa, más creativa, innovadora y transgresora, no nos dejemos absorber por esa poderosa fuerza que es lo “normal”.  

Martin “Tin” Gottschalk
BR 24
23/5/2012