Los eventos que a continuación se relatan pasaron en el último año. Uno se preguntará si es suficiente tiempo para consolidar la identificación de jugador de ultimate, y la verdad que parte de lo que hace remotamente interesante esta historia es la rapidez de tal proceso, y lo similar que debe ser a muchas otras historias personales.
Junio de 2008 fue la línea de partida de una carrera que no quiero ganar. Entonces, fue hace un año, que un apasionado de la actividad física no podía pensar más allá de las dos ruedas de la bici, o pelotas de todos los tamaños y formas. La idea de un frisbee bajo condiciones deportivas era inconcientemente negada.
He aquí cuando el protagonista ingenuo se cruza con la fortuna callejera. Fue una simple coincidencia espacio temporal, que a pesar de la natural reticencia a conversar con un desconocido, fue desencadenante de tanto. Esa pareja de evidentes hermanos, parados en una esquina, muy tranquilamente hacían girar sus discos sobre un dedo, cual pelota de basket. A pesar de la notoria habilidad, lo llamativo era ese disco. No era común, muy lejos de la berretada playera a la que el consumismo vacacional nos tiene acostumbrados. Ese disco suscitó inmediatamente en mi el recuerdo de hace unos veranos, cuando traté de revivir el hobby infantil comprando varios de esos platos que con un solo tiro desviado al cemento ya te obligaban a abrir la billetera por uno nuevo.
La pregunta fue "¿donde consigo un disco así de bueno?", y la respuesta si que me sorprendió: "nada de comprar, vení a jugar Ultimate con nosotros". A la sorpresa le agregaron una breve explicación, y cinco minutos después seguía mi camino, un poco aturdido y con una dirección de mail en la tapa de los apuntes de la facu.
Unos días después viajaba a EEUU, con un frisbee al final de la lista de compras. Pero a pesar de comprarlo, la inquietud había virado al misterioso Ultimate, del cual todavía no sabia absolutamente nada.
Una vez en Bs. As de nuevo, la rutina del deber nubló las inquietudes, todavía jóvenes. Pero la situación personal no era la mejor, tiempos anímicos difíciles sumados a la inactividad pueden ser catastróficos, y esa dirección de mail escrita a las apuradas vino como anillo al dedo.
Quizás en este momento no puedo aportar novedades. Todos los que se acercaron al grupo ultimatero originario deben haberse sentido más o menos igual. Por supuesto que me refiero a la bienvenida calurosa, de sonrisas e inclusión. Para alguien que viene de jugar rugby, entre otros deportes tradicionales, esto estaba más allá de lo imaginable. En ese momento crucial, la primera vez, la primera impresión, el grupo no pudo ser más acogedor, derrochando buena onda y ayudando a los nuevos a dar sus primeros pasos, casi instintivamente, de forma gentil y relajada.
La atracción por lo deportivo no era para menos: el asombroso volar del disco de la mano de naturales jugadores, que de las formas mas inverosímiles cubrían distancias asombrosas, solo para terminar delicadamente en las manos de su destinatario; la participación continua en el juego; el arbitrio honorífico bien intencionado, otra rareza; y el correr y mas correr, ingrediente fundamental del uso deportivo del cuerpo.
No pasó mucho hasta que los días de semana estaban cargados de ansiedad por el juego de los sábados, por descargar energía entre risas y en resumen, ¡pasarla muy bien! Ni siquiera el crudo invierno porteño a metros del río podía mantenerme en casa los sábados a la tarde. Nunca antes me despertaba en esta gran ciudad y analizaba el clima con tanto detenimiento. Lluvia o viento y ya pensaba como iban a salir los tiros en la cancha.
Con la llegada de la primavera, el ultimate ya era parte obligada de mi rutina. Y fue entonces que hubo oportunidad de probar algo más del deporte, que no se había presentado hasta el momento. Sin vacilar mucho, me sumé a la delegación que viajó a Córdoba para hacer un torneo con los locales.
La buena onda de los anfitriones ya no me sorprendía, después de todo jugaban ultimate. La convivencia del grupo fue genial, lo deportivo igualmente emocionante, pero lo que se despertó en mi fue ese masoquismo innato que me hace reír y llorar al mismo tiempo. No me imaginaba tanta demanda corporal, nunca la había tenido, tan prolongada, en algún deporte grupal. Las ansias de ganar que añade un partido formal hicieron que deje absolutamente todo en la cancha. Después de dos días, pasando desde un inclemente sol sahariano hasta el frío y la llovizna, el abatimiento era tal que se me hacia un nudo en la garganta, y cuando me daba cuenta, me reía, porque además, no paraba.
A la vuelta todo siguió igual de bien, pero ahora que había probado la embriagadora excitación de la competencia seria, no se podía simplemente volver atrás. Un mes después recuerdo andar preguntando a quienes les interesaría formar un nuevo equipo. Mi idea era poder sentir periódicamente la emoción del desafío, y la conexión con los compañeros, que hace salir a la luz los fugaces momentos de gloria deportiva. El proyecto quedó cajoneado por los deberes, pero no por mucho tiempo…
Hasta diciembre, los tensos desafíos entre los dos equipos existentes hasta el momento alcanzaban para desmovilizarme. Pero con el último mes del año vino una sorpresa más del mundillo ultimatero, el torneo de playa. Tres días de fiesta, desde que copamos un micro hasta que nos desmayamos a la vuelta. Con sus diferencias, la misma sensación que en Córdoba se hizo presente. Debo agradecer a la providencia el sorteo de equipos, que sin duda fue un momento determinante para el legado del viaje.
La química con este puñado de personas fue magnifica. Más allá de los resultados, el sentimiento de nuestro juego era de complementariedad y disfrute. No tardamos en darnos cuenta que compartíamos una visión sobre este deporte y la dinámica de grupo.
La idea de fundar un equipo entre nosotros salió con naturalidad, y ya se lo veía asomar en el horizonte. Dos semanas después estábamos en nuestra primera reunión, sentando las bases del equipo naciente. Los aportes fueron tan variados y ampliamente consensuados que poco después volvíamos a la charla mundana, regándonos con rica cerveza, por supuesto.
Para los siete fundadores, los primeros pasos fueron fáciles. La comunidad nos saludó con reconocimiento y apoyo, especialmente de aquellos que habían innovado de igual manera poco tiempo antes. Aún así, el mayor aval fue la sostenida adhesión de nuevos miembros, gente que se les notaba un perfil como el nuestro y se unieron como por gravedad.
Febrero y Marzo fueron meses de largas vacaciones. Como de costumbre pude alejarme mentalmente de todo, pero no pude hacerlo del devenir del equipo. Tan involucrado estaba que fue el único tema hogareño que me siguió durante muchos kilómetros.
¡Que recibimiento! El primer Torneo Hat esperaba mi regreso, aunque, si hago memoria creo que fui yo el que regresó especialmente para el torneo.
Otra vez la adrenalina y cansancios extremos, otra vea pura diversión, conocer gente nueva y no hacer otra cosa que tirar discos por un día entero.
Pocas semanas después este humilde protagonista tuvo un gran honor. Mismo clima de torneo, pero esta vez representando a mi querida universidad. No conocía la emoción de competir en nombre de una gran comunidad de la que soy parte. Ya no es conseguir la victoria para uno, es llevarle un regalo a muchos más. Solo pensar que otros colores puedo llegar a vestir, me da escalofríos…
Después llegó otra etapa, con nuestro equipo, afinar entrenamientos, desarrollar estrategias, afianzar jugadores y florecer vínculos. Trabajo duro y serio, pero que inmediatamente rendía sus frutos. No había lugar para dudas de que íbamos por buen camino. Los resultados numéricos en la liga de otoño/invierno confirmaban nuestra más visceral sensación. Ni presos de la prisa ni dormidos en laureles, el buen desempeño continúa, probando que no son los números nuestra última meta.
Pero sin duda, ganar la liga de Buenos Aires fue un broche de oro alucinante para todo un año de constantes sorpresas.
No hubo lesión que me deje sin jugar. Solo la perspectiva del daño permanente pudo calmarme, por miedo a no volver nunca mas al rendimiento de hombre joven. Este tiempo de calma me permite hacer esta reflexión, y tener una perspectiva amplia del tema, desde una posición relativamente templada. Por estos días, terminada la primera liga organizada de nuestro país, veo la victoria como solo el aderezo de un plato fuerte de trabajo en equipo, amistad, sano deporte, etc.… Creo que es alimento con el que jamás me voy a empachar.
Tan afortunado me siento que me sale agradecer, y como no creo en fuerzas misteriosas, solo quedan buenas personas a quienes dirigirme. Muchos fueron los que me enseñaron, pero son tres maestros únicos los que definen el jugador que soy hoy, personas desinteresadas que me regalaron su valiosísima experiencia, y lo siguen haciendo. Felipe, Sergio y Mike, eternamente agradecido con ustedes. Muchos otros también merecen mi gratitud, por mostrarme el deporte, la buena onda y otros innumerables aportes. Puedo nombrar a Steve, los hermanos McKern, Diego, entre muchos otros. Es que es a la comunidad ultimatera en general a quien debo agradecer. Muchas gracias.
Quizás a esta crónica le haga falta otro capítulo en algunos años, todavía quedan muchos discos por lanzar.
¡Larga vida al ULTIMATE en ARGENTINA!
MRG
17 de julio de 2009
Tincho,
ResponderEliminarImpresionante lo que escribiste, mucho me toca de cerca y lo leo como propio, gracias por la mención hacia mi, solo espero que nada nos impida seguir lanzando dicos al viento.
abrazo
Diego
hey loco....inspiradoras palanbras y pues solo queda seguir jugando..gracias por tus palabras hacia mi y sabes que el disco nos une en un gran lazo de amistad ..de eso se trata...no te cionfies aja
ResponderEliminarabrazo desde colombia
felipe
Gracias por compartir tu historia de manera tan cálida y cercana, Martín. Me emociona ver la estela que ha dejado el Ultimate en tu vida en tan poco tiempo, y reafirma mi fe de que el trabajo organizativo, de recibimiento, etc., que es lindo, pero que a veces es pesado, vale la pena. Gracias también por devolver tanto a la comunidad Ultimate en tus esfuerzos en pos del torneo hat en Parque Sarmiento... Dicen que "lo que siembras, cosecharás", y "El que siembra entre lágrimas, con cantos cosechará"... así lo he vivido yo a veces en el Ultimate, y veo que vos también lo has vivido... abrazo grande
ResponderEliminarstephen
lindas palabras martin, es agradable leer este tipo de cosas, y hasta a veces hacen falta para recordar,encaminarse, pensar, sonreir. Beso nos vemos
ResponderEliminarsabi